Mary Oliver: una mujer prestando atención

Mary Oliver junto a su perrito, Percy
Mary Oliver junto a Percy

Dime, ¿qué piensas hacer con tu única, salvaje y preciosa vida?



Hace meses ya empecé a publicar fotos de autores junto a sus mascotas como excusa para husmear en sus vidas y en sus obras. Hoy le toca a Mary Oliver. Nació en Ohio, un 10 de septiembre de 1935. Falleció hace un año, el 17 de enero del 2019. Hoy estaría cumpliendo 84 pirulos.

Hace unos meses, leyendo No a mucha gente le gusta esta tranquilidad de María Teresa Andruetto me encontré con unos versos de Oliver a modo de epígrafe. Al googlearla me enteré de que había ganado el premio Pulitzer de poesía en 1984 y anoté su nombre, lo memoricé. Mary Oliver tuvo una infancia infeliz y se fue de su casa siendo muy joven. Si bien casi no dio entrevistas y casi nunca habló de su vida personal, en una entrevista para The New York Times contó un montón de cosas, entre ellas que, en sus épocas más oscuras, caminar en los bosques de Ohio era su salvavidas, y agrega: «pero lo que me salvó fue la poesía. Me salvó la belleza del mundo». Empezó a escribir poesía a los 14 años y la belleza del mundo que la sorprendió a esa edad tan temprana la acompañó durante toda su vida. Su poesía se origina en el asombro. En el poema Instrucciones para vivir la vida lo dice: «Prestar atención/ Rendirse al asombro/ Contarlo».
Yo pensé, vayamos lentamente con esto.
Es importante. Deberíamos pensarlo
en profundidad. Deberíamos dar
pequeños pasos meditados.
Pero, bendícenos, no lo hicimos.
En los años 50 conoció a una fotógrafa, Molly Malone, quién sería su pareja por más de cuarenta años, hasta su fallecimiento en 2005. En un pasaje de los diarios de Molly, deja asentada la fascinación constante de Mary y evidencia que el asombro no fue una pose literaria, era su forma de mirar la vida: «Mary ha regresado con flores amarillas (…) y le he pedido que me diese noticias. Me refiero a noticias buenas. Noticias de los humanos. Pero ella regresa con noticias de los zorros, de los pájaros, de sus maravillosos amigos los gansos Merlín y Soñador, que van a volver a ser padres bajo su atenta mirada. ¿Durante cuántos años ha estado observándolos? Van corriendo hacia ella. Estas son sus noticias». 
La silbadora 
De repente, ella comenzó a silbar. De repente, 
digo, porque en 30 años nunca la escuché hacerlo. 
Fue emocionante. Al principio me pregunté 
¿quién es esa extraña que silba? 
Yo estaba en el primer piso, leyendo, y ella abajo. 

Era un silbido como si viniera de la garganta de un pájaro salvaje y alegre, 
no enjaulado sino de visita: el sonido era como de una batalla: sangraba, se deslizaba y regresaba hacia atrás como alondrado y se elevaba. 
Al final dije, ¿sos vos? ¿sos vos, silbando? 

Sí, respondiste. Hace tiempo solía silbar y descubrí que aún lo consigo. Y entre melodía y melodía caminaba lento por la casa, silbando. 
La conozco tan bien, pienso. Pensaba. Sus codos, sus tobillos. 
Su humor y deseos. Angustias y travesuras. También su ira, sus devociones. Pero aún después de eso,
¿comenzamos al menos a conocernos?
¿quién es esta persona con la que he estado viviendo por 30 años? 

¿esta luminosa, sombría, encantadora mujer que silba?
Vivían en un pueblito de Massachusetts. Ahí están los bosques a los que refiere Mary en sus poemas. En la entrevista para TNYT, hay algo que ella dice que quiero dejar por acá: «Una vez, alguien escribió sobre mi y dijo que yo debía tener una beca privada o algo así, porque todo lo que parecía hacer era caminar entre los árboles y escribir poemas. Pero yo era muy, muy pobre. Y comí mucho pescado. Comí muchas almejas». A lo que la entrevistadora le contesta que en su poesía la búsqueda de comida en la naturaleza está presente: siempre está buscando bayas, moluscos, hongos. Y Mary dice que sí, que esa era su vida mundana y que ella solo la convirtió en poesía. Sabía asombrarse todos los días y creo que eso fue lo que hizo hasta el día de su muerte.

Ha sido comparada con Emily Dickinson y en cierto punto creo que la comparación tiene sentido. Ambas mujeres aisladas del mundo, no como condena sino como elección, escribiendo a menudo acerca de la naturaleza. Oliver dijo en varias ocasiones que su poesía está influenciada por poetas como Walt Whitman, Rumi, Emerson, Percy Bysshe Shelley y Keats. Me sorprende mucho que, habiendo sido contemporánea a poetas como Sylvia Plath, Anne Sexton, Audre Lorde o Adrienne Rich y habiendo estado, además, tan cerca de estas mujeres, en el mismo país, su voz poética sea tan distinta. Habló de la musicalidad del poema como arte universal por su capacidad para ser recordado y de la poesía como fenómeno ancestral. Su idea de poesía como arte ancestral y los temas de su poesía —la existencia, la fe, la vida, la muerte, la naturaleza— convergen.

En la foto está junto a uno de sus perritos: Percy —nombrado en honor a uno de sus poetas favoritos—. Le escribió un montón de poemas a él y a otros perros. Incluso tiene un libro donde los recopila todos, se llama Dog Songs —en su poesía reunida hay una aclaración bellísima que dice: «Este libro está ordenado por año de publicación, pero en el caso de Dog Songs, un libro que reúne poemas tempranos, valía la pena hacer un poco de trampa para permitir que todos los perros estén juntos—.
Le pregunté a Percy cómo debería vivir mi vida 
Amor, amor, amor, dice Percy,
y corre lo más rápido que puedas
a través de a través de la playa brillante, los escombros o el polvo.

Y luego, ve a dormir.
Renuncia al calor de tu cuerpo, a los latidos de tu corazón
Y luego: confía.
Si pienso en ella, pienso en la ternura, la naturaleza, en prestar atención y en acordarme. Feliz cumpleaños, Mary.

Mary Oliver por Molly Malone
Mary Oliver por Molly Malone

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*Sepan disculpar el atrevimiento de las traducciones de los poemas y los fragmentos de la entrevista, no encontré nada en español y no quería publicarlos en inglés.


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