Tres truenos de Marina Closs


Reseña: Tres truenos

Título: Tres truenos

Autora: Marina Closs

Género: Narrativo

Subgénero: Cuentos

Edita: Bajo la luna 

Sinopsis: Uno. Una joven mbyá guaraní cuenta la maldición dé haber parido gemelos -según la tradición local, una inequívoca prueba de adulterio, su paso por el hospital para una cesárea y la convalecencia posterior en la casa de su cuñada se mezclan en la ilación con la añoranza de la vida simple, la infancia y la virginidad.
Dos. Demut, una muchacha alemana, escapa, a principios del siglo XX, no solo del hambre y la miseria clel centro de Europa, sino también de las miradas sobre la incipiente relación incestuosa que mantiene con su hermano. Un periplo épico la lleva hasta una comunidad alemana asentada en Misiones, en el noreste argentino.
Tres. Adriana, estudiante de artes, ha sabido hacerse de un oficio que le permite una relativa independencia económica en la ciudad que eligió para estudiar. Es, de alguna manera, autosuficiente en un sentido amplio: habla consigo misma, lleva un diario, mantiene un vínculo distante con su madre y tiene espacio para sostener un par de relaciones con pintores.
Marina Closs despliega tres monólogos de voces definidas, con diversos registros de lenguaje narrativo, manejo de la ironía y sobrio lirismo para dar forma a estos tres truenos.

La lectura de este libro vino de improviso, me lo prestaron y así como llegó el préstamo llegó la lectura. Conocía a la editorial, pero no conocía a la autora y me sorprendió para bien.


Tres truenos recoge tres monólogos bien distintos entre sí: Cuñataí o de la virginidad, Demut o de la paciencia y Adriana o del amor verdadero. En el primero, la voz de una joven mbyá guaraní relata su vida desde el ritual de purificación antes de entregarla a su marido, el dolor de la pérdida de la
“virginidad”, el desarraigo y la violación, el parto de gemelos que significan una pena que arrastrar porque se los relaciona con la infidelidad y el castigo de los suyos. Cuñataí es muy joven cuando la encierran sola, en silencio y sin que nadie la mire antes de entregarla al hombre que será su marido. Ya tiene edad para casarse y la entregan a él como quien entrega una bolsa de papas. Él la viola, él, como primer hombre al que ella se ve subordinada. Si hay algo que Cuñataí atesora es su virginidad, y el matrimonio se interpone entre lo que desea y lo que tiene que hacer. Los hombres de su vida significan dolor, el embarazo significa dolor. Los gemelos que engendra son como demonios que se comen cualquier expectativa de vida: debe abandonar la aldea e irse a la ciudad para poder tener a los niños sin que uno sea asesinado. En la vida con su cuñada, mucho después de parir, llora su maternidad no deseada y llora la virginidad perdida y su llanto da lugar a la construcción del significado mismo de la virginidad como sinónimo de pureza. El endiosamiento de la pureza como forma de conservar la integridad. Es una voz que incomoda por situar al lector en un lugar de oyente privilegiado, muchos párrafos arrancan con «Señorá, no se vaya», casi ruegos en los que Cuñataí pide tiempo para terminar con su historia.
«Por la mañana, antes de levantarme, empecé a decir en lista, sobre la cama, todo lo que me hubiera gustado:
—Vera Pepa, la flaca, no se casó con nadie. Vivió en otra pureza, no la tocó ningún ser. Se salió de las manos de todos los hombres. Se pudo escapar de los profundos dolores de caer en los brazos de un marido. Se pudo escapar de la desmembración de los hijos. Del agotamiento por entrega del flujo. De perder la sangre joven, convertida en lágrimas y en leche. (…) No se tumbó en el bosque, de pura tristeza en libertad, con un hombre que no era su esposo. No lo besó, no dejó que él le mordiera los pechos, no lo abrazó también. Y antes de ese hombre, no se casó ni siquiera con el hermano de su cuñada, que tampoco era limpio. Que, con su amor de él, también la venía ensuciando. La tenía que golpear, para tirarla al piso. Ella no se casó con él, no tuvo con nadie matrimonio».
En Demut o de la paciencia nos encontramos con dos personajes extranjeros que terminan, después de un viaje en camión para cruzar la frontera, una fiesta y los impedimentos del lenguaje, en Misiones. Demut y su hermano y a la vez su pareja, con el que mantiene una relación incestuosa desde antes de abandonar su país natal, Alemania se encuentran solos en un país que les es ajeno, y su refugio es esa relación que no ven errónea hasta que un cura se entera y se los hace saber: están cometiendo un pecado. Demut intenta abandonar a su hermano y su pequeña tierra, se casa con un hombre mayor que la utiliza de criada y vive su vida bajando la cabeza ante todos y extrañando al único hombre que amó alguna vez y con quién comparte sangre.

En Adriana o del amor verdadero nos encontramos con un relato mucho más cercano. Adriana es una mujer que borda el vestuario para un teatro, que vive intensamente un amor pasajero con un pintor, y lo exprime hasta el cansancio. Es un monólogo adictivo que no va a ninguna parte, es la mujer y sus
dudas sobre el amor, sobre si existe de verdad el hombre que tanto busca, sobre el sentido de su vida, sobre si se va a matar de una vez o si es mejor esperar un poco más. Su independencia es tal que cohabita el espacio que su sueldo le permite pagar con su otra voz, esa que le contesta cuando ella misma pregunta. Tiene un diario, además, que es tremendamente poético y aporta párrafos que desbordan una estética que contrasta con el resto del discurso.
«Antes de salir, empiezo a escribir en mi cuaderno: Hola, soy Giselle. Salto sobre una pierna con el cerebro maltratado. Me alzo hasta la punta de mis nervios como si fueran las puntas de mis pies. Hago que mis ojos brillen cuando el director me avisa. Estoy en el centro, saltando, sacudiéndome. Salen espectros torcidos de mi pollera. Arrojo una mirada triste y sufro. Giselle, Giselle. En mi piel, en mi tul, me inclino para saludar al público. Soy tan feliz que… sufro. Soy tan feliz que… me da hipo. Soy tan feliz que… me cortaría la cabeza. Voy a hundirme el metal blanco de esta espada hasta lo más hondo. Bailarán todos mis huesos. Bailará el rocío sobre mi cadáver».
Los tres relatos son de lo más curiosos por su estructura. Están repletos de oralidad y es algo a lo que me costó acostumbrarme, en especial por el contraste cultural y temporal entre los tres. Estas mujeres le hablan a un alguien que las lea o las escuche. No me maravilló, los tres son monólogos difíciles de encasillar por la irrupción de la oralidad en lo escrito, pero sí me gustó. En orden: Cuñataí, Adriana y Demut al final. Son relatos que funcionan casi como testimonios de vida, una joven guaraní, una joven extranjera en el siglo XX que mantiene una relación incestuosa y una artista de voz demencial, todas son frontales al lector: «Señorá, mi llanto, ¡espere! ¡no se vaya más! Sigo contando. No se vaya más. A veces paro para tomar aliento. Pero puedo seguir sin caer a callarme, solo esta vez me interrumpí». Y una se queda, las escucha, y después no sabe que hacer más que buscar qué otra cosa escribió Marina Closs.




Biografía de solapa: Marina Closs nació en Aristóbulo del Valle, Misiones, en 1990. Estudió Licenciatura en Letras en la Universidad de Buenos Aires. Publicó tres libros, dos de cuentos: La doncella aguja (2013) y El violín a vapor (2016), además de El pequeño sudario (2016), un relato fantástico sobre la vida de Jesús, los tres títulos llevan el sello de Alción Editora. En 2018 fue ganadora del primer premio en Cuentos del Fondo Nacional de las Artes por su libro de cuentos “Tres truenos”.

Comentarios

  1. Bueno, quiero leer este libro. Me va a romper, pero lo quiero leer.
    Un besote!

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    1. Hola, Sofi. Ay, ojalá llegaran todos los libros de Bajo la luna. Encima que este año no pude ir hasta Arg a buscar algún otro, quedará esperar. Beso, ojalá lo consigas.

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