La azotea de Fernanda Trías

Reseña: La azotea 

Título: La azotea

Autora: Fernanda Trías

Género: Narrativo

Subgénero: Novela

Sinopsis: “La protagonista, prisionera casi voluntaria en un mundo cerrado y atroz, narra con sosegada, minuciosa y casi amable crueldad las circunstancia de un tramo crucial de su vida. Fernanda Trías, en las antípodas de esa literatura estéril que está de moda, aparece como una de las narradoras actuales más interesantes de la lengua hispana”. Mario Levrero
“Una novela intensa, oscura, de escritura luminosa: confieso que me deslumbró.” Liliana Heker
“Una historia grotesca y contundente, escrita con agilidad y un kafkiano sentido del humor. Atrévanse”. Marta Sanz
“La familia, la intimidad y la locura se mezclan en esta historia excepcional de una autora que ha trabajado la propia voz y con ella concibe un mundo interior absolutamente idiosincrático, sin necesidad de artilugios, grandes temas o costumbrismos exasperantes.” Dolores Gil, Revista Ñ, Clarín

Compré La azotea sin saber muy bien con qué clase de historia me iba a encontrar. Tenía la recomendación de una amiga que nunca le erra, pero cuando leí las primeras dos páginas en una librería lo decidí, el libro se iba conmigo. Lo que al principio arranqué como una novela fresca de verano, terminó siendo una historia oscura con olor a encierro. Les dejo la reseña para que se animen a incursionar en la narrativa de Fernanda Trías.

De entrada, nos introducimos en un panorama desolador, el encierro de los personajes se yergue sobre el lector con una oscuridad muy lograda que puede llegar a ser una sorpresa si no se sabe bien sobre qué trata esta novela. Clara, la narradora y la principal de los cuatro personajes que vamos a ver en la historia es una mujer que está a cargo de su padre enfermo y su hija de poca edad. En esas primeras páginas hay más información, la niña se llama Flor, y el padre tiene un pájaro dentro de una jaula en su cuarto al que cuida y quiere muchísimo. Si el entramado familiar terminara acá, creo que serían otros los atributos que utilizaría para referirme a esta novela, pero el tema sigue. La historia se desarrolla dentro del apartamento de pocos ambientes que comparten. El apartamento es su búnker, hay algo, una razón crucial, tenebrosa, atravesada por un amor que la propia Fernanda Trías describió como enfermizo en una entrevista, que impide que los personajes se muestren al mundo. Se mueven dentro del apartamento, Flor no conoce el mundo más que a través del sol que entra por las frazadas que tapan las ventanas, el padre no sale desde el accidente de Julia, su pareja. Carmen, una vecina, ayudó a Clara desde antes del nacimiento de Flor para prepararse para un parto en casa, y aún mucho después sigue encargándose de hacer las compras que Clara necesita para mantener viva a su familia. El relato a puertas cerradas comienza de forma casi amigable, si es que el encierro puede serlo. Al principio, Clara sube a la azotea a respirar aire fresco en la intimidad, cuentan con lo básico: luz, agua, comida. Los ahorros que Julia dejó tras su muerte pagan los medicamentos del padre, el alimento y las cuentas. Por algunas páginas, comenzamos a ver el encierro como algo posible.

«Creo que Julia se sentía protegida por la sombra del paredón. Nunca iba a la misa de los domingos, le gustaba estar sola en la iglesia y prefería cruzar a la hora de la siesta, cuando todos se olvidan de los santos. Se sentaba en los bancos del fondo y miraba el aire; supongo que esperaba que algo especial sucediera. (…) A veces yo acompañaba a Julia a la iglesia. Gateaba por debajo de los bancos hasta que las medias cancán me quedaban negras y agujereadas en las rodillas. Me gustaba el olor a barniz nuevo, sobre todo si podía arrancar las bolitas endurecidas y chuparlas igual que un caramelo. Julia rezaba o miraba hacia adelante. Qué raro es el aire en las iglesias. Denso, pegajoso, lleno de presencias».

Todo se complica cuando estos ahorros que mencioné arriba escasean y se van quedando poco a poco más marginados del mundo: sin luz, alumbrados por velas que construyen una escena más lúgubre,
sin agua más que la que Clara consigue sacar de la canilla común en el patio del edificio, cada vez con menos comida y con una orden de desalojo que amenaza con tirar abajo la puerta que los separa del resto del mundo. La paranoia de Clara, además, no deja de crecer. Su miedo es insoportable también para quien la lee. Ya no sube a la azotea por miedo a que la observen, ya no abre las cortinas por si ven a Flor o a su padre, ya intenta mantener fuera al mundo que cree que va a juzgarla, pero la realidad se mete por las bisagras, por los bordes de la puerta, por la cerradura, por cada rendija sin cubrir y comienza a asfixiarlos, mientras la narrativa de Trías revuelve la atmósfera y oscurece cada vez más a los personajes alejándolos de cualquier cordura posible.

Es una novela corta pero escrita de manera casi que magistral, para nada lineal, con saltos reales en el tiempo y mentales de la protagonista, los cuatro personajes construyen un universo ajeno a la realidad conocida donde el crecimiento de Flor y las debilidades del padre que cada vez se agudizan más son el único documento de que el tiempo ahí dentro igual pasa. La oscuridad de la que les hablé al principio es muy acertada en cuanto a que la situación es muy macabra, Clara está encerrada en el apartamento con su padre y su hija, pero también con una situación de la que no quiere y de la que tampoco puede ya escapar. Es brutal la oscuridad de la situación reflejada en esos espacios que comparten y que no dan lugar al aire limpio, siempre es viciado, viejo, lleno de presencias como el aire de la iglesia que describe Clara. Ella comienza a ser una narradora no confiable cuando idea un enemigo en sus vecinos, en Carmen. Transforma el mundo en un lugar hostil para su familia y su casa en el único seguro.

«Amanece. Todos los que desde un principio quisieron destruirme, festejan y brindan en La gran carpa de Carmen. Deciden, seguramente, el peor final para nosotros. Yo los espero tranquila y me reservo una última risa apretada entre los labios secos. Una risa que va a sonar como un estallido en esta noche fría y acabada. Que traigan su veredicto. Que vengan a traerlo. No se imaginan que me he fabricado la única victoria posible. No saben que de nosotros ya no queda nada».

Gracias por leer. Aguante Fernanda Trías. 








Biografía de solapa: Fernanda Trías (Montevideo, 1976) es narradora y traductora, Máster en Escritura Creativa por la Universidad de Nueva York. En 2004 obtuvo la beca Unesco-Aschberg para escritores, en 2006 el Premio a la Cultura Nacional de la Fundación Bank Boston y en 2018 el Premio para escritores latinoamericanos organizado por Revista Eñe, Casa de Velázquez y la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB). Ha residido en Montevideo, Berlín, Buenos Aires, Nueva York, Valparaíso, Madrid y Bogotá. Publicó las novelas Cuaderno para un solo ojo (2002), La azotea (2001; Premio Nacional de Narrativa/MEC, 2002), La ciudad invencible (2014; publicada en 2013 bajo el título Bienes muebles), la plaqueta de relatos El regreso (2012) y los cuentos de No soñarás flores (2016; nominado al Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez como uno de los trece mejores libros de cuentos en habla hispana de ese año). Su obra narrativa ha sido publicada en España, Chile, Estados Unidos, Colombia, Argentina, Bolivia y Uruguay y en antologías de nueva narrativa latinoamericana en Alemania, Inglaterra, Perú e Italia.

Comentarios

  1. Tami ¡qué ganas de largar todo y empezar ya a leerla! Menos mal que además de La ciudad invencible, ya leída y muy recomendada tengo No soñarás flores.
    Iba imaginando ese encierro mientras leía tu reseña, qué maravilla la prosa de esta mujer. Una pena que haya mucha gente distraída leyendo extranjeros.
    Abrazo, gracias por compartir esta reseña.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Lau, es un espectáculo esta novela. Cuando esto pase y nos volvamos a ver, hacemos Fernanda x Fernanda. Jaja. Gracias por leer. Un beso.

      Borrar

Publicar un comentario

Post destacado