El cariño por el intertexto

Yo también me pregunto cuál es la lógica de tener un blog literario si no voy a reseñar libros, pero la realidad es que no tengo ganas de sentarme a escribir una reseña. O por lo menos no tantas ganas. Por reseñas más cortas y actualizaciones diarias sobre las lecturas, pueden dirigirse al perfil de Instagram haciendo clic acá.

Hace unos cuantos meses estaba leyendo Washed Tombs de Mercedes Estramil, y antes de empezar a leer, en la primera página, me encontré con Anne Sexton dándome el pase de bienvenida: «Enfrentémoslo: he sido momentánea». Compré uno de sus libros, vi sus fotos, entendí que había sido y sería para siempre todo menos momentánea. Cuando empecé a leer No a mucha gente le gusta esta tranquilidad de María Teresa Andruetto, conocí a Mary Oliver: «Dime, ¿qué piensas hacer/ con tu única, salvaje/ preciosa vida?». Pienso leerla. Terminé ese libro y me enteré que Andruetto también era poeta así que empecé a googlear su trabajo y llegué a un poema introducido por otro nombre desconocido, June Jordan. Y decía «No era coqueta/ era fuerte». Me enteré después que estos dos versos cierran el poema que Jordan le escribió a su madre enferma. Y hace poquitos días me llegó un poema suyo como si se lo estuviera dedicando al mundo. Se llama “Invocando a las minorías silenciosas”:

Hey
vengan
salgan

donde quiera que estén 

necesitamos reunirnos
bajo este árbol

que no ha sido
plantado todavía

Cuando compré Escrito en Super 8 de Natalia Mardero lo primero que vi al abrirlo fue una frase de Katherine Mansfield: «The mind I love must have wild places». El color púrpura de Alice Walker empieza con un fragmento de una canción de Stevie Wonder «Enséñame a hacerlo como tú/ Enséñame como hacerlo». Una suerte pequeña de Claudia Piñeiro arranca con un párrafo del cuento “Las niñas se quedan” de Alice Munro: «Este dolor agudo. Se hará crónico. Crónico significa que perdurará aunque tal vez no sea constante. También puede significar que no morirás de ello. No te librarás pero no te matará. No lo sentirás a cada minuto pero no permanecerás mucho tiempo sin que te haga una visita. Y aprenderás algunos trucos para mitigarlo o ahuyentarlo, tratando de no destruir aquello que tanto dolor te ha costado». Prontos, listos, ya de Inés Bortagaray empieza con un párrafo de Kafka: «Mi abuelo solía decir: «La vida es increíblemente breve. Ahora, al recordarla, me aparece tan condensada que, por ejemplo, casi no comprendo cómo un joven puede tomar la decisión de ir cabalgando hasta la aldea más cercana, sin temer —y descontando por supuesto la mala suerte— que aun el lapso de una vida normal y feliz no alcance ni para comenzar semejante viaje». Fahrenheit 451 empieza con una cita brillante de Juan Ramón Jiménez: «Si os dan papel pautado/ escribid por el otro lado». La ciudad invencible de Fernanda Trías empieza con una cita de Jorge Luis Borges: «Esta ciudad que yo creí mi pasado/ es mi porvenir, mi presente;/ los años que he vivido en Europa son ilusorios, yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires».

A esta altura, lo voy a decir sin disculparme… desconfío de los libros sin epígrafe. Disfruto de la intertextualidad. Me interesa saber qué conmueve al escritor que estoy leyendo. Hace tiempo Virginia Woolf dijo en Un cuarto propio «las obras maestras no nacen aisladas y solitarias; son el producto de muchos años de pensar en común, de pensar en montón detrás de la voz única, de modo que ésta es la experiencia de la masa». La parte de obras maestras no me importa, lo de la literatura como una maraña de autores sí. Los epígrafes son mi perro corriendo a recibirme después de estar tiempo lejos de casa y mi abuela ofreciéndome café con leche cuando llego a su casa una tarde congelada de julio.