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Silencio: han matado a un estudiante




Saber que a pesar de todo, el mundo está “afuera” sigue allí, para ser transformado por nosotros, los conspiradores de siempre
Ibero Gutiérrez

El 12 de agosto de 1968, en Montevideo, frente a la Facultad de Veterinaria, un grupo de estudiantes marchaba pacíficamente exigiendo presupuesto para la Universidad de la República. Iban entregando folletos a la gente para dar a conocer la urgencia y la razón de las manifestaciones recientes y vendiendo bonos para recaudar fondos. El panorama en Montevideo era tenso, días antes habían allanado varios edificios de la Universidad y las confrontaciones entre los policías respaldados por el gobierno de Pacheco Areco y sus Medidas Prontas de Seguridad y los estudiantes eran cada vez más frecuentes. En la marcha los gurises tenían carteles, tenían folletos. Los interceptó un móvil policial con tres oficiales. Ellos tenían armas. Hubo disturbios, se disolvió la marcha y los estudiantes se refugiaron en la Facultad. Uno de los policías le pegó un tiro a un estudiante desarmado. En un Uruguay en democracia. Ese estudiante era Liber Arce. Liber murió el 14 de agosto en el Hospital de Clínicas después de que la bala le perforara la arteria femoral. En el documental Cuando LIBERARCE se escribe con C, una de sus compañeras dice que creyeron que él, además de ser el primer estudiante asesinado, también iba a ser el último. Al mes siguiente matan a Hugo de los Santos de 19 años y Susana Pintos de 27 años en circunstancias similares. Fueron muchos los jóvenes, los estudiantes perseguidos, asesinados, torturados y desaparecidos. Por eso el 14 de agosto es el Día de los Mártires estudiantiles: "No caíste en vano, Liber" dirá para siempre uno de los pizarrones escritos fuera de la Universidad de la República un día después de su muerte.

Carlos Quijano escribió un editorial en Marcha un día después de que se declaró la muerte de Liber Arce: «Herir a la Universidad, alzarse contra ella, pretender avasallarla, es, lo sabemos, lo sentimos, lo comprobamos, herirnos a todos y a cada uno de nosotros en algo que nos es entrañable y esencial, que misteriosamente se confunde con nuestra razón (…) Troquelados, moldeados por la Universidad estamos atados a ella de por vida».

Ibero: un conspirador de siempre

Uno de los primeros recuerdos que tengo del día que entré por primera vez a la Facultad de Humanidades es la cara de Ibero Gutiérrez en una pancarta con un fragmento de Celda 256/Celda 279: «a pesar de todo, el mundo está “afuera” sigue allí, para ser transformado por nosotros». Ibero era estudiante en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y en la Facultad de Derecho. Militaba en la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, en la Avanzada Universitaria, luego en el Movimiento 26 de Marzo y en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Ibero era además de estudiante y militante un artista plástico, poeta y dramaturgo. Era brillante. Un adelantado, le dicen algunos. Escribió un diario íntimo cuando tenía entre 15 y 16 años y, aunque esos volúmenes no están éditos, Luis Bravo los transcribió por fragmentos en El Diario adolescente de Ibero Gutiérrez: múltiple editor y aprendiz de artista. Acá copio un párrafo escrito en 1964, cuando Ibero tenía 15 años: «29/7. El cielo presenta algunas nubes; éstas tienen formas de rayos que convergen en el sol que ya se ha puesto detrás de la casa. Hace calor… un perro ladra mientras las gallinas, indiferentes, picotean el polvo. Viene tormenta. Los árboles se tornan líneas geométricas que se elevan al cielo tormentoso. Todo es calma y paz. Hace calor y un perro ladra».
Con 18 años ganó un concurso escribiendo sobre la Revolución Cubana y viajó a Cuba, París y Madrid. A su regreso fue detenido por estar relacionado con militantes del MLN y estuvo preso varias veces por la misma razón. Durante estos períodos de encierro escribe sus Cuadernos Carcelarios, obras de teatro y algunos poemas. Se enamoró de Olga. Escribió más poemas, más obras de teatro, hizo más dibujos. Después, silencio. El último en verlo con vida fue su padre. Almorzó con su familia el 27 de febrero del 72, su padre lo llevó hasta su casa. Es el último en verlo con vida, porque al otro día encuentran su cuerpo acribillado por 13 balas, con signos de tortura, en una cuneta en Camino de las Tropas y Camino Melilla y un cartel firmado por el grupo paramilitar “Comando Caza Tupamaros”. Su obra se publicó después: murió como militante estudiantil. Tenía 22 años. Más tarde, en 1977, Mario Benedetti lo incluyó en una antología de poetas asesinados en las mismas circunstancias, Poesía Trunca: «Es Trunca, además, porque todos ellos eran suficientemente jóvenes, o juvenilmente maduros, como para que se los pueda considerar poetas en pleno desarrollo. La muerte interrumpe esa revolución pero no la rompe. La vida del poeta puede ser despedazada, pero la obra, trunca pero intacta, queda, y al final se convierte en su vida». Tenemos la obra de Ibero, su irreverencia vive.

Dejo un poema incluido en Poesía Trunca: Estoy pastando

Estoy pastando
viviendo, muriendo
caramba
es de noche y de esas noches
para locos
para sueños.

Almibarada noche
de estrellas calladas
de plantas rojas-incoloras.

Noche
desteñida
pobre noche caramba.

Estación intermediaria.

Parición
que no termina nunca
de enviarte
al otro lado.

Estamos.

Bien, ya es algo
y sin embargo
caramba
qué lejos
de aquellos
que a lo lejos
viven
muriendo, viviendo.



Este año, como todos los años, la Udelar también pelea por el presupuesto. Sin educación pública no hay futuro. 


 

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Mártires estudiantiles. El mejor homenaje es seguir luchando

La obra póstuma de Ibero Gutiérrez, Alejandro Gortázar

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